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  • Ex Umbra In Solem

En Torno a la Filosofía en Chile (1594-1810), de Walter Hanisch Espíndola.


El proyecto Ex umbra in solem busca estudiar y ofrecer a un público amplio los manuscritos que dan cuenta de la enseñanza de la filosofía natural en Chile colonial, visibilizando así el desarrollo de la disciplina y poniendo en valor el patrimonio filosófico nacional.


En esta oportunidad presentamos las ideas principales del texto "En Torno a la Filosofía en Chile (1594-1810)", de Walter Hanisch Espíndola, obra que merece nuestra atención y lectura. En sus páginas se despliega un fascinante panorama de la filosofía en Chile, revelando una serie de ideas y aportes que marcaron profundamente su evolución a lo largo de los siglos.


Al inicio de su obra, el autor manifiesta que la filosofía en Chile tiene sus raíces en épocas antiguas donde las ideas se transmitían oralmente a través de cosmogonías y admapus. Estos relatos constituían una filosofía rudimentaria y religiosa, pero debido a la ausencia de documentación escrita en dichos contextos culturales, es difícil rastrear con precisión sus conceptos filosóficos. Las lenguas orales, conservadas en los vocabularios misioneros, ofrecen pistas limitadas sobre sus conceptos abstractos. Los primeros indicios de filosofía en Chile podrían relacionarse con los Amautas Incas, quienes se dedicaron a enseñar la lengua del Cuzco y su cultura. Sin embargo, la información sobre sus enseñanzas es escasa y enigmática, lo que dificulta establecer su naturaleza filosófica específica. Parece que sus doctrinas estaban relacionadas más con aspectos jurídicos y políticos, dada la envergadura imperial y conquistadora del Imperio Inca (Hanisch, 1963, pp.14-15).


El período de la conquista y la colonia marca un momento clave en el desarrollo de la filosofía en Chile. Durante esta época, surgieron problemas jurídicos a cada paso, y tanto el Rey como los primeros colonos se vieron obligados a considerar cuestiones filosóficas y éticas. El Rey fomentaba el debate entre sus intelectuales, mientras que los colonizadores enfrentaban dilemas morales relacionados con la expansión territoral. Cuando la guerra se calmaba, se comenzaron a construir casas y edificios en Chile, y surgió una necesidad de enseñanza sistemática. Los estudiantes, ávidos de conocimiento, no se contentaban con una educación elemental y buscaban respuestas a cuestiones filosóficas más profundas. El aislamiento geográfico de Chile, lejos de Europa, México y Lima, llevó al surgimiento de cátedras como respuesta a la creciente demanda de saber más y entender mejor el mundo que los rodeaba (Hanisch, 1963, pp.16-17).


En este punto, cabe destacar que el desarrollo de los estudios filosóficos en Chile se vincula estrechamente con la llegada de los padres jesuitas en 1593. Inicialmente, estos religiosos tenían la intención de enfocarse exclusivamente en las misiones, pero debido al interés y la insistencia de la población, pronto decidieron cambiar de rumbo. En pocos años, comenzaron a impartir clases de gramática, filosofía y teología. Las fechas exactas varían según los documentos, pero se sitúa el inicio de estos estudios en torno a 1595, aunque en ocasiones se menciona el año anterior. Uno de los padres jesuitas, el Padre Valdivia, completó un curso trienal de Filosofía en 1597, lo que sugiere que comenzó su formación en 1594. Durante ese tiempo, solicitó el envío de libros filosóficos, incluyendo obras de autores como Suárez, Belarmino, Osorio, Santo Tomás y Aristóteles, para la creación de una biblioteca en el Colegio Máximo de San Miguel (Hanisch, 1963, pp.30-31).



A esto se suma el rol desempeñado por las bibliotecas que surgieron en el seno de la Compañía de Jesús, ya que no solo se convirtieron en centros de conocimiento sino que también permitieron la inclusión de obras de autores de renombre y una amplia variedad de textos. Este enriquecimiento de su acervo bibliográfico amplió de manera significativa el espectro de conocimiento al alcance de los estudiantes y, al mismo tiempo, fomentó la aparición de perspectivas educativas y filosóficas nuevas y estimulantes (Codina, 2004, pp. 12). Las bibliotecas, en este contexto, emergieron como vehículos esenciales para la difusión y la perpetuación del conocimiento y la filosofía, ejerciendo un impacto duradero en la educación y la forma en que se forjaban nuevas ideas en ese entorno educativo.


Según el autor, los jesuitas tenían el deseo de otorgar grados universitarios en sus cursos y solicitaron al Papa la creación de una Universidad Pontificia. En 1621, el Papa Gregorio XV concedió esta petición mediante la Bula "In eminenti", otorgando grados universitarios por diez años. Posteriormente, en 1627, el Papa Urbano VII renovó el permiso, extendiéndolo indefinidamente y permitiendo que los títulos fueran reconocidos por otras universidades. Esta universidad jesuita en Chile, a veces llamada Universidad Pontificia o Universidad Real y Pontificia, ofrecía cátedras de Filosofía, Teología, Moral y Cánones, así como clases de gramática. La enseñanza era gratuita, lo que permitía el acceso a estudiantes de diversos orígenes sociales. La única enseñanza pagada era para los convictorios, donde se admitían alumnos seleccionados por su capacidad intelectual y moral. Es importante mencionar que el programa de estudios de Filosofía de los jesuitas en Chile se basaba en dos tipos de documentos: las ordenaciones generales de la Compañía de Jesús, conocidas como la "Ratio Studiorum," y los reglamentos específicos de cada centro de estudios (Hanisch, 1963, p.32).


Ahora bien, el programa de Filosofía en la Universidad de Santiago (Colegio Máximo de San Miguel) fue elaborado por el P. Pedro de Oñate, quien era el Provincial del Paraguay y tenía jurisdicción sobre Chile en ese momento. La "Ratio Studiorum" tenía un enfoque claro en la preparación para la Teología, y Aristóteles era considerado el guía principal. Se buscaba una conciliación entre la ciencia y la fe. El programa de estudios se basaba principalmente en las obras del Estagirita, aunque algunas cuestiones filosóficas se incorporaban al estudio de la Teología Dogmática y Moral. El plan de estudios se desarrollaba durante los tres años y abarcaba temas como Lógica, Física, Metafísica y Moral. Se hacía hincapié en la comprensión profunda de los textos del Filósofo y la resolución de problemas filosóficos. Los profesores tenían la libertad de no limitarse exclusivamente a los textos aristotélicos, sino que exploraban y comentaban otros autores y corrientes de pensamiento, fomentando el pensamiento crítico y la discusión argumentada. Los exámenes eran públicos y abiertos a la observación de cualquier persona interesada. En cuanto a los textos de estudio, se utilizaron obras de autores jesuitas como el P. Antonio Rubio y el P. Francisco Toledo, ambos con un gran prestigio en Europa. Los alumnos tomaban apuntes durante las clases, ya que la escasez y el costo de los libros hacían que esta fuera una práctica común (Hanisch, 1963, pp.38-39).


Para concluir, la obra del autor nos sumerge en un fascinante recorrido a través de la historia de la filosofía chilena, que abarca desde las influencias europeas hasta la llegada del positivismo, destacando la evolución del pensamiento y la independencia filosófica. En esta narrativa, se pone de manifiesto de manera destacada la significativa contribución de los jesuitas y los detalles del programa educativo de la época. La lectura de esta obra también nos invita a reflexionar sobre la relevancia de la formación humanística promovida por los jesuitas en Chile. Su enfoque en las humanidades clásicas, que incluían la retórica, la literatura y la historia, trascendió la simple adquisición de conocimientos. En su lugar, esta formación cultivó habilidades críticas y la capacidad de comunicación efectiva, que se erigieron como pilares fundamentales para el desarrollo de la filosofía y el pensamiento intelectual en general. Es crucial destacar que, en la actualidad, los manuscritos que se conservan de esa época nos brindan la oportunidad de profundizar en las bases de la formación filosófica en la época colonial. Estos documentos nos permiten explorar y comprender con mayor detalle los aspectos que el autor de la obra destaca en su relato, ofreciendo una valiosa ventana al pasado educativo y filosófico de Chile.


Por último, vale la pena recordar que el proyecto Ex umbra in solem ofrece las imágenes digitalizadas de gran parte de los manuscritos jesuitas conservados en el Archivo Nacional Histórico.


Samantha Fernández M.

Profesora de Filosofía




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